¿Quieres hablar de fealdad? ¿De inseguridades? ¿De payasadas?
Para mí no era una cuestión de arte, de cubrirme la cara como lienzo con ansias de sentir el pincel. Fue cuestión de todo, y fue mi todo por años. No era yo, era el mundo, era mi mundo compuesto por un pequeño colectivo de adolescentes. De esos que necesitan dejarte saber lo que piensan y convencerte hasta que termines en la puerta del hospital.
¿Quieres hablar de fealdad?
Hablemos de las horas que me tomaba vestir, porque 200 piezas de ropa no hubieran sido suficientes para engañar a mis amistades. Hablemos de los empujes, puños y jalones que sentían mis costillas cuando las obligaba a encogerse en conjunto con mi barriga. Hablemos de mi estómago, su disfunción y cómo todavía la mierda sale blanda.
Porque si quieres hablar de payasadas, hablemos de los días, semanas, meses, que pasé comiendo solamente manzanas, peras, o cualquier cosa que comía la Sofia Vergara.
Hablemos de la pérdida, y de cómo aun con casi 100 libras sentía que los pantalones no cerraban. Como cada mañana amanecía con menos cuerpa, menos mente, menos amor.
Cuán confuso era la cordura en momentos de pura frustración, y si pudiese recordar todas las veces que veía estrellas al caminar. Recuerdo el orgullo, las voces, la traición. El dolor del vacío punzante, constante y consistente, como un erizo haciendo de mi torso su hogar. Mi vientre se comía a sí mismo; canibalismo internalizado.
Hablemos de cómo luego de años de vaivén envuelte en mi propio desamor, en mi propia pérdida, finalmente me gradué. Entonces ya no soy niñe, ahora llega la adultez y algo del crecimiento y como el tiempo sana las heridas o contesta las preguntas, no recuerdo bien...
Las cicatrices se difundieron en mi piel, algo así pensé. Pero era chiste, una de las muchas mentiras que se cubren con polvo. Porque fue entonces que llegaron las felicitaciones y la atención. Y de qué hablamos si no hablamos de felicidad y atención.
Comenzó el ciclo de nuevo, justo cuando me llenaba, necesitaba volver a vaciar. A derramar todo mi amor, a despreciar todo nutriente, abochornarme de la intimidad y de ocupar espacio. Entonces llegó la atención disfrazada de amor. Amaban esta creación, este disparate. Porque ahora me veía saludable, ahora me veía feliz, ahora me veía como querían, como se esperaba, como debía.
¿Quieres hablar de fealdad? ¿De inseguridades? ¿De payasadas?
Hablemos de cómo nos construimos complaciendo a todes, sin crear espacio para simplemente estar. Como la norma es sentirnos horribles, a pesar de hacer todo lo posible por lograr ser una criatura hermosa. ¿Hermosa para quién? Han censurado la belleza tanto que muches vivimos en el olvido, en el subconsciente, en un placer secreto. Como nos han entrenado a perfeccionar el arte del escondite. Nosotres, les que vivimos la vida simple, rápido aprendimos a adaptarnos, transformarnos en una criatura de la vista, ser fantasía, negando lo real, lo crudo, lo humano. Ya que estamos hablando de fealdad, de inseguridades, de payasadas ¿Qué me dices de las niñas? Y de cómo las ignoramos por tanto tiempo que ahora son adultes olvidades; deseades en voz baja.
(s.t. 2020)
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